jueves, 26 de abril de 2012

La antigua segregación que viene

por Jorge.

La progresiva subida del precio del transporte público; el brutal aumento de las tasas universitarias; la eliminación de derechos sanitarios y la obligatoriedad de pagar más por recetas, ambulancias, etc.; recorte de la calidad (ya admitida hasta por el ministro, que no podía albergar tanto cinismo y ha tenido que expulsar parte de él) en la educación; la reforma laboral que flexibiliza, aún más, la precariedad de los trabajadores. Y paramos. No porque no existan más ejemplos, hay mucho más. Paramos porque creemos que son suficientes para justificar esta antigua forma de desigualdad basada en la segregación.

La segregación es, sobre todo, laboral. La sociedad terciaria (de servicios) dualiza a la sociedad, la polariza entre los empleos cualificados y los no cualificados porque ya no hay oficios ni industria. Los recortes y subidas de precios citados con anterioridad no son más que herramientas que permiten perpetuar esta segregación. No es nada nuevo pues ya la Escuela de Sociología Urbana de Chicago en la década de 1940 investigaba desigualdades estructurales basadas en la disponibilidad de trabajo, mercado de vivienda y en el transporte.

Todo esto, la dualización laboral y los recortes, se pueden convertir en un círculo vicioso de la segregación. Un barrio humilde y azotado por la crisis y el paro, es un barrio empobrecido. Tiene que disponer de gran parte del sueldo (o subsidio) para los gastos elementales, que han dejado de ser gratuitos (léase pagados por los impuestos) y los que no lo eran se han incrementado: hablamos de salud y, especialmente de educacion. Cada vez cuesta más caro ir a buscar trabajo a los lugares donde más y mejores sueldos hay. Cada vez cuesta más que los hijos consigan becas para poder cualificarse. Acceder a la universidad es un sacrificio que no todos pueden permitirse. Si no se puede pagar una formación no se puede salir del círculo. Aunque una formación no lo garantiza, especialmente si se proviene de ciertos barrios o institutos, que han sido acostumbrados social y culturalmente al fracaso.

¿Hacia dónde caminamos? Seguro que hemos visto las series o películas estadounidenses o inglesas en las que unos esforzados padres de clase media-alta intentan que sus hijos vayan a ciertos institutos incluso haciendo lujosas aportaciones a la escuela para que puedan entrar. Esto abre las puertas a sus hijos, posteriormente, de Harvard ó Cambridge, que sólo admiten alumnos de los más prestigiosos y caros colegios. Imaginaos las posibilidades de acceso para las familias de clase media-baja que no tienen ni para sobornar a un bedel de instituto.

El sistema educativo en nuestro país camina en la misma dirección: áreas únicas, Bolonia... los espacios educativos deberán competir por conseguir mejores resultados y, con ello, presupuestos. A la vez se está deteriorando, progresiva y cruelmente, a los colegios e institutos públicos que centralizan la formación de los sectores más excluidos, a diferencia de los privados o los llamados concertados.

¿Existen posibilidades de salir del círculo? Por supuesto, imagino que un alumno brillante que saque en todo 10 tendrá su beca para estudiar, con algún crédito bancario, en la universidad y tras pagarlo tener un buen trabajo y sueldo. Pero eso soluciona un caso entre millones. Y sabemos que no todos sacan 10 ni hay dinero de becas para todos los chicos 10 de ciertos barrios.

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