martes, 1 de mayo de 2012

Llegó el turno de la universidad

por Antonio
Ahora que parece que la liga de fútbol está decidida y ni Madrid ni Barça han conseguido pasar a la final de la Champions, el país ha encontrado otra forma de entretenerse. El Gobierno ha cogido el gusto a eso de anunciar cada viernes un nuevo paquete de reformas, como si de un espectáculo televisivo se tratase. Que si recorte para arriba, que si amnistía para abajo, la cuestión es crear un encarnecido debate durante toda la semana, hasta que la semana siguiente algún ministro se vuelva a sentar delante de las cámaras para demostrar que al gobierno no le tiembla el pulso.

Pues bien, el 13 de abril le tocaba a la enseñanza universitaria ser la protagonista del nuevo show. El ministro de Educación, José Ignacio Wert, anunció, acompañado –como no- de la  vicepresidenta Sáenz de Santamaría, que eran necesarios algunos cambios en este terreno, y que para ello convocaba a un “consejo de sabios” para que analizasen la situación actual del sistema universitario, diagnosticaran su enfermedad y propusiesen una “profunda reforma” del mismo. Sin embargo, no debe ser muy importante la opinión de estos gurús cuando el mismo ministro, antes de conocer ningún veredicto, ha planteado a las autonomías un incremento en las tasas de las matrículas.

Las cuentas son sencillas. Hasta ahora, las tasas que cada alumno debe pagar en la primera matriculación son del 15%, lo que no quiere decir que el otro 85% sea gratis, sino que el ciudadano ya lo ha pagado a través de impuestos. El nuevo sistema propuesto plantea que la cuantía de la tasa de la primera matrícula suba al 25% del coste total. Dibujen ustedes en su cabeza una matrícula media, cuyo coste es de 6.000 euros al año. En ese caso, el alumno, que antes pagaba 900 euros de tasas, ahora deberá pagar 1.500 euros. Es decir, un 66% más de lo que pagaba anteriormente.

Pero, ¿cuáles son las consecuencias de esta subida? No es muy complicado darse cuenta que la Universidad pasará a ser un privilegio, sólo al alcance de una parte cada vez más pequeña de la población. Tal vez sea cierto ese discurso que defiende la teoría de la superpoblación en las aulas de las universidades españolas, pero la solución no debe pasar nunca por el filtro de la capacidad económica, sino por el de las aptitudes académicas de los alumnos. El error es perseguir la llamada excelencia entre las clases más adineradas en vez de buscarla entre toda la población. A eso ya estamos acostumbrados en Madrid.

Dentro de  6 meses el ministro Wert anunciará tras un consejo de ministros las reformas propuestas por estos expertos. Hasta entonces quedan muchos viernes, cada uno con su reforma de turno. La pena es que no sea televisado en  prime time, eso sí, en una cadena privada.

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